20/6/10

Nuevo libro de Fabián Casas!

Acaba de aparecer un libro muy esperado, número puesto en las infaltables listas culturales que pululan a fin de año. “Horla City y Otros” reúne toda la poesía que ha publicado Fabián Casas desde 1990 a la actualidad. Y se trata de un libro tan cool como popular, ya que, a diferencia de otros cultivadores del género, la poesía de Casas llega a todos lados: a los estudiantes de Letras, los profesores, los autores, los rockeros, etc. Pero hay más: hagan la prueba de darle un texto de Casas a alguien que no tenga el hábito de leer seguido. Hay un 90 por ciento de posibilidades de que le guste e incluso de que se haga fan. Tal vez tenga que ver con su facilidad para amalgamar mundos disímiles hasta crear un espacio en el que caben desde la metáfora del horno de la pizzería Banchero como símbolo del calor y el infierno existencial hasta la frecuente alusión a Caronte, el conductor de la barca fúnebre de la mitología griega. Volviendo al tema de la recopilación, se podría decir que al revés de la sentencia tanguera, en este caso 20 años es mucho. En todo ese tiempo, el poeta fue puliendo su estilo e incorporando habilidades a su registro (el cuento, el ensayo, las letras de canciones) hasta convertirse en un clásico contemporáneo, especie algo inasible en su camada (nació en el 65’, ya sin Kennedy a la cabeza). Por ahora, ya que le quedan varios cartuchos por quemar, la obra poética de Casas es corta (al igual que la de Salinger o Manal o Rulfo; como notarán, Majul se equivoca, la cantidad no tiene nada que ver con la calidad), pero, como a él le gusta decir linkeando a Roberto Arlt, tiene la potencia de un cross a la mandíbula. Entre su primer y segundo libro de poesía pasaron 6 años, después 8. Y así. Tuca (1990), El Salmón (1996), Oda (2004), El Spleen de Boedo (2005) y el flamante Horla City (que mezcla poemas aparecidos en El hombre de overol (2006) con algunas piezas nuevas). Cinco libros emblemáticos que forman parte del adn de toda una generación de escritores y lectores. El mundo ha cambiado bastante en todos estos años, nos hemos entregado con sumisión a la sobre información que nos brinda Internet, el furor de la vida virtual y la música para pastillas, pero estos versos sobre el lado b del amor, el desencanto, la melancolía urbana y las epifanías cotidianas suenan cada vez más atemporales. Como si siempre hubiesen estado flotando por ahí a la espera de que alguien los vuelque al papel. Aquí están todos los hits, esos versos evocadores pero casi matemáticos en su perfección, estribillos poéticos, imágenes repletas de sentido que Casas escribió quizás a pesar suyo y que todos recordamos, como si se tratara de las letras de una canción de Spinetta o The Beatles: todo lo que se pudre forma una familia, la puerta que se cierra y hace que el pasillo oscuro se transforme en una prefiguración de la muerte, las benditas horas previas a la salida del yo, las parejas, que como las revistas literarias, duran casi siempre dos números. La lista es interminable y no es mi intención hacer una especie de crítica detallada: muchas veces ya escribí sobre Casas (sobre estos mismos libros incluso) y hacerlo sería como si un forense hiciera la vivisección del cuerpo de un ser querido. Aunque es cercano en el tiempo, Casas forma parte del dream team de mis escritores favoritos: Cortázar, Bolaño, Ballard, Borges, Salinger. Y a esos tipos no puedo más que tenerles admiración y gratitud. Una consideración final: muchas veces me preguntan con qué libro empezar a leer a Casas. No busquen más, es éste.